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Del guante al frasco dorado: la odisea del perfume en Grasse

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La historia de Grasse es una historia de transformación. En el Renacimiento, la ciudad no era aún la capital mundial del perfume, sino que era famosa por su cuero. Pero el cuero tenía un olor muy fuerte. Para disimularlo, los artesanos comenzaron a perfumar los guantes. Así

nació, casi por accidente, una de las grandes tradiciones perfumistas del mundo.
En el siglo XVII, Grasse empezó a destacar en la corte francesa. La aristocracia se enamoró de estos accesorios perfumados. Poco a poco, los guantes desaparecieron, pero el perfume quedó. Grasse cambió de rumbo. Los campos de flores reemplazaron las curtidurías y la ciudad se convirtió en un laboratorio al aire libre, cuna de la rosa centifolia, el jazmín grandiflorum, la tuberosa y el iris pallida. Generaciones de artesanos destilaron la esencia del terruño en frascos preciosos.
Hoy, esta tradición está representada por tres grandes casas históricas, símbolos de la elegancia de Grasse y del saber hacer francés:
Fragonard, fundada en 1926, es un himno al arte de vivir provenzal. Situada en pleno centro histórico, combina producción, museo y boutique en un ambiente cálido y refinado.
Molinard, activa desde 1849, une precisión artesanal con espíritu creativo. En sus talleres históricos, los visitantes pueden descubrir los secretos de fabricación y componer su propio perfume.
Galimard, la decana, nacida en 1747, perpetúa una tradición familiar inspirada en los proveedores de la corte real. Sus fragancias combinan herencia e innovación, alquimia y emoción.
Estas casas son mucho más que fabricantes de perfume: son guardianas de un arte sutil, el de capturar un instante, un recuerdo, el alma de una flor. Al visitarlas, entrarás en un mundo donde cada frasco cuenta una historia y cada gota es una obra de arte.